Todos tenemos varios a lo largo de nuestra vida. Quizás varios, sea poco concreto. Pero si te pones a pensarlo por lo menos uno, uno de los de verdad sí que has tenido en lo que llevas de camino recorrido. ¿No crees? ¡Párate un momento y reflexiona!
Algunos son amigos, otros no llegan a tanto pero están en tu día a día; como tu peluquero del barrio, tu compañera de trabajo, el camarero que te saluda cuando vas de camino a la oficina o la chica del banco que te pone una sonrisa cuando vas a pedir un préstamo aunque sepa que no puedes pagarlo. Son especiales porque nos provocan una felicidad que recorre nuestro cuerpo cuando les vemos y siempre saben qué decir cuando ven nuestro bajón. Están en los momentos más íntimos (emocionalmente hablando) y aunque no les llames por teléfono un domingo por la tarde, cuando les ves puedes soltar una lagrimita sabiendo que no te van a juzgar.
Yo conocí a mi primer superhéroe sin capa cuando me acosaban en el colegio. Era pequeño (no recuerdo la edad exactamente) pero mi orientación sexual (anormal para la época) hacía que fuera el «bicho raro» del recreo. Del recreo y de la clase.
El primer poder que le pedí a mi superhéroe fue convertirme en invisible.
Quería pasar totalmente desapercibido y que mi nombre y apellidos jamás sonaran en la boca de nadie. Tanto es así que el peor momento era el de levantarte a la pizarra y pensar que una veintena de ojos me estarían mirando. Cuando eres pequeño no sabes lo que son los «prejuicios» ni los «estigmas«, pero sí que sabes lo que es el cariño y el afecto. ¿Y qué haces? Aprendes a mentir y a interpretar un papel, el cual jamás pensarán que es irreal. Digamos que te creas un personaje (como eso de las series de televisión que tanto te gustan y a los que seguro ya te has enganchado con Netflix). El placer del recreo se convierte en tu mayor pesadilla y el coñazo de estudiar pasa a ser tu mayor entretenimiento. Aún recuerdo cómo mi superhéroe sin capa se acercó una vez y me dijo:
-«¿no juegas con el resto de los niños? Lo bueno que tienen los superhéroes es que no necesitan respuestas. A veces, una simple mirada vale más que mil palabras y saben interpretar en tus acciones lo que realmente está ocurriendo.
(Hago paréntesis un momento para RECALCAR algo que me molesta mucho que se dice normalmente en los medios de comunicación sobre el acoso escolar o el bullying. Desde mi experiencia personal y otras muchas que he conocido puedo decir que algunas veces hay profesores no quieren ver la realidad de lo que ocurre en sus aulas)
¿Y los padres y hermanos no se enteran de lo que pasa? (se preguntará alguien después de leer lo anterior sobre los docentes). No puedo hablar por los demás, pero en mi caso aprendí a ser el mejor actor del mundo dentro de casa. Muchos de mis familiares se enterarán ahora de todo esto y las personas más importantes de mi vida nunca supieron nada hasta muchos años después. No se enteraron porque cuando el bullying se normaliza en tu vida y ocurre desde muy pequeño, aprendes a darle tanta naturalidad que la mentira se convierte en tu mejor aliado. Te proteges a ti mismo y proteges a los demás. No dices nada porque piensas que eres «invisible» y si abres la boca crees que la repercusión puede ser mucho peor. Te da miedo fallar a tu familia y mantienes el secreto porque crees que estás haciendo algo tan malo, que llegas a pensar que los demás tienen razón y tú mereces todo lo que está pasando. Te conformas y vives la vida que crees que te ha tocado vivir. ¡Sufres, lloras y te callas!
Una de mis «superheroinas sin capa» me regaló un diario en blanco, yo tendría unos 10-12 años. Ahí es donde por primera vez empecé a escribir mis sentimientos. Lo hacía de manera encriptada por si alguna vez alguien lo leía. Así fueron pasando los años y mientras destacaba en los estudios y me convertía en el «niño perfecto», mis habilidades sociales empezaban a mermar. Surgen los miedos, las inseguridades y piensas que tu vida tiene que ser lo más oculta posible por tu bien. Aprendes a ser feliz y a que si algo quieres tienes que trabajar el doble o el triple.
Durante todos esos años tengo que dar las gracias a mi familia por criarme en el amor y en el cariño, y por supuesto a mis superhéroes sin capa. ¡Fueron unos cuantos! Personas que se fueron cruzando en mi camino y que me fueron ayudando a darle normalidad a lo que yo pensaba que, hasta hace muy poquito (seamos realistas), era anormal. Tan normal que en tan sólo 1 año cambió mi vida. Ahora llega la parte bonita del relato 🙂 Comencé la universidad y algo (todavía no sé el qué) me hizo tirar hacía la comunicación. Pase de esconderme tras las piernas de mi madre cuando íbamos a su pueblo, a trabajar en radio y televisión.
Los primeros años fueron muy felices. ¡Vida nueva! ¡Liberación! Conocí a un montón de superhéroes anónimos que estaban escondidos y que como yo empezaban a salir con total normalidad.
Era la felicidad en estado puro. Salir a una discoteca y que alguien te piropee, comprar ropa y mirarte al espejo sin juzgarte a ti mismo o poder trabajar en lo que quieres y tener tu propia independencia económica. Sensaciones nuevas a las que no estás acostumbrado y que te hacen empezar a disfrutar de la vida y ver que todo lo que habías vivido no era lo NORMAL.
Pasó el tiempo y empecé a trabajar en la TV. Un trabajo que juro que jamás pensé que llegaría y en el que de repente te ves expuesto a que la gente opine sobre ti; de tu trabajo, de tu físico, de tu forma de hablar o de moverte, de tu personalidad… En mi caso casi siempre han sido críticas positivas y no destructivas… (aunque alguna excepción ha habido por supuesto).
Aún así, el otro día tomando un café con dos amigos surgió el tema del acoso escolar. Mi amiga había trabajado en un programa de tele sobre el bullying y mi amigo nos contaba episodios, que ambos (en ciudades diferentes y épocas distintas) habíamos vivido casi por igual. Días después de esa conversación, al pasear por varias calles, me di cuenta de que por mucha terapia que hagas y que por mucho tiempo que haya pasado, hay heridas que nunca cicatrizan. Son cicatrices como la de Harry Potter. De esas que se quedan marcadas, a veces duelen un poco para recordarte que son parte de ti, pero te hacen ver que eres diferente de por vida (lo positivo es que ahora entiendes que ese «diferente» es para bien :=)
Volviendo a la televisión, he querido escribir este artículo porque hace unos meses atravesé una época de esas malas que te traen recuerdos no muy dulces. En ese momento una persona (totalmente anónima para mi) abrió una cuenta en Twitter para alabar mi trabajo como reportero y para publicar fotos e información de mi profesión. Me quedé petrificado y le di las gracias por mensaje privado. Me contestó, me dio las gracias y me dijo un montón de cosas bonitas (que no os voy a mentir) me subieron bastante el ego. Pasaron los meses y hace pocos días me escribió una carta postal (de esas que ya no escribe casi nadie). En ella breve y escuetamente decía: «Gracias por ser mi superhéroe sin capa».
Todos tenemos superhéroes, no tienen capa como los de las películas, pero están ahí cuando más los necesitas. Nunca he creído en la ciencia ficción ni en los súper poderes, pero creo en la magia de las personas en el día a día. Nunca en la vida pensé que pudiera hacer feliz a una persona con mi trabajo o que pudiera convertirme en superhéroe de nadie. Hace poco entrevisté a unos padres cuyo hijo sufría acoso en el colegio que estaba e hice todo lo que pude para que la Consejería de Educación tomara medidas. Al volver a casa sentí esa sensación de soledad que se tiene cuando finges ser quien realmente no eres. Y ¿sabéis qué? No tengo miedo a decir que he sido infeliz durante mucho tiempo y que no he sido fiel a mi mismo por intentar agradar a otros en alguna que otra ocasión. ¿Y de qué me ha servido? ¡De nada! Por eso tengo que dar gracias a mis superhéroes sin capa por ayudarme a ser yo mismo, a quererme, a creer en mi y sobre todo a descubrir que por mucho daño que nos hayan hecho, hay que saber perdonar. Y el comienzo está en perdonarte a ti.
Post dedicado a todos esos pequeños y pequeñas superhéroes sin capa que aún no saben las cosas tan bonitas que están por llegar y que tarde o temprano descubrirán que ¡la vida no es como pensaban! :=)